Martina Moreno Téllez, fue importante para mi, fue cobijo y arrullo, dulce de naranja agria y la risa más limpia que armonizó los ruidos del barrio de mi infancia, para ella es esta Nana que ahora escucho y con la que lloro en una habitación de Hotel en Guayaquil.
Esta es la Nana de mis recuerdos, la que cuida la que canta, la ternura, la cereza..
DE YERBAS Y DE FLORES
Nana de la hierbabuena
yerbas de la buena Nana
Meneses está lejos del mar. Pero mi barrio tuvo una bahía y cuando usted
desembarcaba, viniera de donde viniera, allí estaba muertecita de risa, la Patrona del lugar más
hermoso del mundo: Martina Moreno.
Con ese nombre de cucarachita de cuentos, mi Nana nació para Madre
Superiora, pero en Meneses no había Convento y a ella le dio por
aprenderse nombres de yerbas y de flores
y lo mismo preparaba un tilo para los nervios, que un cocimiento de almácigo
para el resfriado; también rezaba la oración de San Luis Beltrán y si en mi
pueblo no supimos de la mortalidad infantil
fue gracias al empeño que ella ponía en curar el mal de ojos, la enfermedad más
común de aquellos lares. Ella supo también la nota exacta de la carcajada, el
punto de la sambumbia y del dulce de naranja y en días los días de ciclón todos
corríamos a cobijarnos debajo de sus alas. Si algo fue verdadero en la calle de piedras donde
escribimos las primeras historias fue la mano de Nana y su dulzura, su portal que era el balcón más
alto de mi barrio, y de donde alcanzamos eclipses y arcoiris.
Sin permiso abril se la llevó y
estuve muy triste hasta que
Adriatna me contó, en sueños, que su
partida fue una fiesta, que, entre tantas flores, Nana parecía una reina en
aquella cajita de zapatos en que la
devolvieron a la tierra.
Me quedé con unas ganas enormes de regalarle un verso y una noche volví
para encontrarla, Dianely me abrazó con tanto miedo, con tanta soledad y
desamparo que comprendí que había llegado tarde para esa fiesta triste conque
la despidieron.
Le llevé a su tumba, aunque dicen que es malo, un gajito con flores del nomeolvides blanco. Total, que
vuelva cuando quiera, no perderé nunca la costumbre de buscarla cada mañana por
la ventana de mi cuarto para sentir su voz anunciándome el día, nombrarla en el
café, llevarle la primera fritura o un platico de atol, aún caliente y
regalarle, por cualquier pretexto, un beso.
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Yo tenía un libro nuevo y un sueño. "Canciones y palabras" se llama el libro y ese título resumía mi sueño: quería que mi verso fuera canción.
Fue entonces que Justo León empezó a musicar algunos versos y yo, a través de Bea, pedía a Maroto que compusiera alguna melodía para arropar mis versos.
Quedamos a cenar: Bea, Edu, Nines y mi madre (más que bien sostenido estaba entre tanta gente imprescindible) Maroto llegó tarde como una ráfaga y a penas le pedí lo que quería, abrió el libro, miró, se sentó al piano y como si hubiese conocido a mi Nana, posó sus manos en las teclas y la canción se hizo o estalló porque sólo recuerdo un nudo en la garganta y la cara sorprendida de mi madre, sus ojos como de niña, conteniendo emociones... (Nana fue la Nana de todos en mi barrio)
Y ahora tengo más que un nudo en la garganta porque escucho a Beatriz Jiménez, mi Bea querida, cantándome una nana, mi Nana, trinando para siempre en mis oídos y en mi alma,
Y mientras Bea canta yo recuerdo, recuerdo mi patio, mi niñez de pueblo, a Nana y también la nobleza de Carlos Cano, pero eso son charlas íntimas de amigos que, a pesar del Skype, siguen siendo privadas.
Ahora mi nana vuela como paloma y es luz t treno y trino en la voz de una de mis nanas nuevas.
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